Tour de Verano. Primera Etapa: Italia

Llegué a Bérgamo muerto, había pasado cuatro magníficos días por Málaga con montón de gente buena, pero no había dormido mucho… Así que, cuando comencé el “Tour de Verano”, estaba ya cansado… A las 12.30 de la mañana cogí un tren que me llevó de mi Salamanca querida a Madrid donde tenía mi vuelo para encontrarme con mis amigos en Bérgamo. Por fin, después de no sé cuántos años proponiéndolo, nos habíamos decidido a hacernos un viajecito. Habíamos decidido (la verdad, de una manera más fácil de lo que yo me imaginaba) el lugar, la ruta, los hoteles, reservado el coche; todo estaba listo para empezar la aventura.

Me recogieron con el coche y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en Venecia, en el camping. Esa noche era un poco especial porque cumplía los 32 años, madre mía.. que rápido se pasa esto de la vida… En mi próxima reencarnación quiero ser un reloj, para poder detener el tiempo cuando merece la pena… Y este viaje ha sido uno de estos en los que dices, que pena no poder detener esto y que podamos seguir viajando.

La noche fue bien, más o menos, celebramos un poco mi cumpleaños y como todos estábamos reventados, pues a dormirla rápidamente. Me fui a dormir contento de estar con mi gente.

El día siguiente fuimos a ver Venecia, ciudad de la que tenía algunos retazos ahí instalados en mis recuerdos de cuando estuve con mi mami hace tiempo, pero que claro, visto desde la perspectiva de un adulto (recordad.. 32 tacos) es totalmente diferente. Ahora, me doy cuenta de la murga que le tuve que dar a mi madre cuando era pequeño porque ahora me lo quería comprar todo, jejeje, así que en aquella época supongo que sería peor, por supuesto. Os recomiendo no visitar nunca Venecia en verano, no tanto por el olor con el que mucha gente nos había amenazado, sino por la marabunta de seres humanos que te impide andar, disfrutar, hablar, incluso a veces ni respirar podíamos. A mí me encanta sentarme en una esquinita e imaginar cómo era todo aquello en la época dorada… pues ni eso pude hacer porque los italianos te tienen prohibido todo aquello que sea gratis, así que me lo tuve que imaginar andando bajo el sol con la consiguiente e imaginable falta de detalles. Imagino que Venecia tuvo épocas de riqueza inconmensurable, épocas señoriales en las que dominó la zona con mano dura. De todo esto quedan resquicios en cada rinconcito que encuentras por la ciudad. Cada callejuela es digna de grabar allí una imagen para el recuerdo. Es una ciudad que invita tanto a ser feliz, que nosotros lo fuimos mucho a pesar de la masa humana que nos asfixiaba.

El día siguiente el equipo se dirigió hacia Verona, donde llegaríamos después de un paso rutilante por la playa donde pudimos darnos un buen baño, refrescarnos, calentarnos, etc. Hubo tiempo para todo y para todos. Después pusimos la dirección del hotel en el GPS (por cierto, que se llama Irina) y nos fuimos a Verona. Donde llegamos con el tiempo justo para ducharnos, cambiarnos y salir a dar una vuelta por esta preciosa ciudad que a mí me encantó en su día y que me ha enloquecido ahora. Tomamos una bebida típica de la zona compuesta de Campari, Biter Kas y no sé que más de cuyo nombre no quiero acordarme que acabó con la paciencia que tiene mi estómago conmigo y estuve toda la noche con el estómago a cuestas. Acabamos de cenar, nos sentamos a tomar unas cervezas en una plaza llena de futuribles Erasmus, rememorando otros tiempos que no tienen por qué ser mejores, y nos dispusimos a buscar una zona para corrernos una juerguecita que ya tocaba. Buscamos y buscamos pero nada encontramos, y dicen que el que hace lo que puede no está obligado a más así que nos dispusimos a dormir en buena hora y ánimo.

A lo largo de la noche sufrí el ataque sin cuartel de una araña que se ensañó tanto con mis piernecillas que al día siguiente parecía que tenían una pubertad difícil: 18 granos en la izquierda, 12 en la derecha y las atacantes huídas fueron el resultado de esa noche de lucha.

Nada mejor para olvidarse uno de las heridas de guerra que observar un paisaje que te deje con la boca abierta sin poder cerrarla en varios días. Esta segunda parte del viaje cuenta la historia de cómo los cinco cracks, nos adentramos en la zona de los lagos del Norte de Italia. Empezamos por el Lago Di Garda, por un pueblecito muy “mono” que se llama Sermione. Esto sólo fue el principio, por la tarde a eso de las seis, llegábamos a el Lago di Como, un lugar idílico (no me extraña que Jorge, como lo llama Luis, haya comprado una casa en estos parajes, el señor Cluny no es tonto, no…). El hostel, bueno, no estaba mal pero era mejorable en muchos aspectos. Nos fuimos a “darnos un homenaje” citando a mi querido Sonso, y nos lo dimos, claro, no hay convicción más fuerte que la determinación de hacer algo. Gnocci a los cuatro formagi… por fin… todavía no había habido ocasión de comerme mi plato favorito de cocina italiana, pero de esa noche no pasó. Después nos fuimos a un pub, que hacía las veces de centro social y como tal, nos echamos una partidita a la pocha que acabó como el Rosario de la Aurora, jejej. Después, Segis nos convenció (¿o no fue él? Jeje) para darnos un baño en el lago a eso de las tres de la mañana: bañarse en pelota picada en el Lago di Como mientras ves las estrellas y montañas reflejadas en el agua del lago… no tiene precio.

Al día siguiente, después de una noche ajetreada nos levantamos pronto y salimos hacia el Lago di Lugano, en la parte Suiza. Aquí hicimos la de Julio Cesar en la Batalla de las Galias pero al revés, él: llegó, vio y venció; nosotros: llegamos, vimos y pringamos. Carísimo todo… eso sí, pero el Lago precioso… Pagar quince euros por “comer” una “hamburguesa” en el Burguer King, tiene un nombre, y se llama robo.

De allí, nos fuimos al Lago Maggiore, impresionante. El más grande de todos pero del que menos disfrutamos, porque la lluvia casi no nos deja salir ni del coche. Pero me queda pendiente para un próximo viaje, si alguno os animáis, ya sabéis. De allí tiramos para Milán donde habíamos reservado un hostel bastante decente a un precio decente también, la entrada fue triunfal con el dueño del hotel, le monté un pollo interesante porque me quería engañar (al final me engañó) y nada, después de descansar un ratillo, nos fuimos a cenar por ahí, cenamos de lujo (nosotros somos de buen comer y beber) y después Calili y Luis se fueron de fiesta y los otros tres nos fuimos a dormir. No creáis que no me apetecía, pero a las siete salía del hotel dirección a Cracovia y después me esperaban siete horas en tren (es desde donde os escribo esto) para darle un abrazo a Joana.

En Milán dejé al equipo, pero por lo que sé no se lo están pasando mal….siguen con los homenajes, con los esguinces cervicales, viendo tres de cada seis monumentos y siguen dándolo todo, que al final es de lo que se trata. Muchas gracias chicos, han sido unos días geniales, ¡que grandes somos!

Próximo destino ¿Vilnius?

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